
Una noche tranquila, lúgubre y solitaria, un ser improvisto de pelo negruzco y largas patas, como consciente de mi descuido, lentamente, sigilosa, fue acercándose hasta el pie de mi cama sin que apenas pudiese notar el aliento de su sangre.
Yo, como siempre, ya habituado a los forzados cambios de horario, acababa de regresar de uno de mis largos viajes y decidí descansar aquella noche como nunca antes lo había hecho. Sin apenas tener tiempo para reflexionar sobre la jornada me eché de lleno sobre mi cama y vacié mi mente de todo pensamiento racional. No podía imaginar lo que instantes después ocurriría en mi cuarto.
La araña seguía acercándose sigilosa y mi mente alejándose de la realidad, hasta que, sin avisarlo, mis pies sintieron un leve y frío cosquilleo. Entonces volví a la realidad y como por acto reflejo levanté mi cabeza de la almohada, pero solo pude ver una luz tenue, anaranjada que entraba por el pequeño orificio que tenía como ventana.
Habrá sido un sueño Pensé mientras volvía a colocar mi cabeza en la posición original.
Intenté relajarme y dejar mi mente en blanco de nuevo pues estaba realmente cansado. Pero esto era hipocresía, ya que a partir de ese momento y durante largos minutos no paré de revolver ideas en mi mente y la sola desechación de hipótesis me infundía un terror majestuoso, digamos que sublime.
No tardé en sentir de nuevo el cosquilleo, pero esta vez fue mas largo y violento, como si varios dedos acariciasen suavemente mi pierna derecha de abajo a arriba.
Tranquilo, quizás sea algún minúsculo insecto sin importancia Pensé intentando tranquilizarme, aunque en verdad, me encontraba totalmente aterrado y mis músculos apenas podían moverse.
La tensión y mi pulso cardíaco aumentaban por segundos y en el fondo de mi mente, mi subconsciente ,lo que realmente esperaba ansiosamente, era sentir algún otro cosquilleo para poder liberarse de su duda. Si hubieran transcurrido más segundos sin estímulo externo, probablemente hubiera fenecido de la propia locura, el tiempo hubiera devorado mi alma comenzando por mis nervios y alcanzando las entrañas de mi corazón.
Al fin sentí el tercer cosquilleo, este avanzanba implacable y ahora mis músculos si que funcionaron. Estrepitosamente salté de mi cama huyendo de aquel monstruo silencioso entre la oscuridad de la noche, sin rumbo fijo, palpando con las manos los objetos que vagamente recordaba de la habitación y estrellandome con alguna pared. Mi alma estaba atemorizada y encontró como único consuelo gritar al monstruo.
Monstruo, demonio, te pido con compasión, por dios misericordioso que abandones este sitio y dejes a mi alma tranquila y libre de los pecados que tu promulgas por el mundo ¡Deja de atemorizarme bestia inmunda y carente de corazón! Grité con la pocas fuerzas que quedaban y que habian casi agotado mis nervios.
Con vanos esfuerzos intente encontrar alguna vela para alumbrar un poco la habitación y dar verdadero sentido a aquello que mi mente habia ya esbozado una forma concreta. Me dirigí casi veloz hacia la ventana de mi habitación y la abrí todo lo que pude y en verdad digo, tuve que hacer un gran trabajo para poder ver a aquel monstruo que yo ya habia imaginado gigantesco pero que solo parecia formar un diminuto monticulo entre las telas de la sábana.
Temeroso, fui acercandome hasta la cama y cuando estuve a punto de tocar aquel monticulo, volvi a sentir de nuevo un ligero cosquilleo. Ahora, mientras conteplaba el monticulo con la mirada fija seguia sintiendo ese cosquilleo casi continuado que era precedido de un escalofrío que me auguraba que algo no iba bien del todo o que no cuadraba del todo.
No era lógico pensar que ese monticulo encima de la cama fuese un prodigio de la realidad o alguna forma azarosa que por pura casualidad se hubiesen formado, pero si lo era pensar en la existencia de dos monstruos del mismo tamaño, aunque fuera la triste realidad.
El cosquilleo seguia perpetuo en el tiempo y mi mirada fija al monticulo de la cama. Ahora más que miedo lo que sentia era pavor, y goterones de sudor eran emanados de mi frente, hasta tal punto que su repicar contra el suelo era similar al de la lluvia. Sentia una sensación de calor y a su vez frescor, y aquel monstruo seguia avanzando por mi piel sin impedimento alguno.
Evidentemente, no pude quedarme paralizado y dejar que aquel monstruo consumiese mi corazón y con el todas mis esperanzas. Con un brusco movimiento de pierna aquel monstruo salió disparado hacia algún lugar de la habitación, al menos eso supuse ya que deje de notar su tacto helado, y apresuradamente busqué alguna vela. Revivendo algún momento pasado logré dar con el sitio donde deje por última vez la vela y pude encenderla.
La habitación adoptó un tono menos dramático y mientras mis ojos se acostumbraban a ver un poco de luz intenté encontrar con la vista posada sobre el suelo a aquel monstruo. Y si, bien que lo encontre, ya que el monstruo no era otra cosa que una gran araña con largas patas y pelo negruzco.
La araña se acercaba a lentos y torpes pasos y mi mente trataba de encontrar alguna forma de destruirla, pero mis nervios no solo me habian agotado fisicamente sino mentalmente y por tanto de mi mente solo salian pensamientos estupidos y subjetivos.
Mientras salia corriendo de mi habitación sentía una sensación de libertad, de felicidad suprema que se esfumó cuando tuve consciencia de que en el salón la situación era aún peor. Cientos, calcule a ojo. Las arañas lo inundaban todo y todas y cada una de ellas parecian tener un único fin, mi cuerpo.
Sin esperarlo, un fugaz cosquilleo recorrió mi espalda y luego sentí una fuerte punzada y a partir de ese momento lo recuerdo todo borroso, sin claridad.
Una fuerte sensación dolorosa se fue extendiendo por todo mi cuerpo paralizado y seguidamente una ola de cosquilleos puso fin a mi vida en este mundo material, ajeno a lo espiritual, sin una pizca de cordura y sin alma.
Y ahora, en algún lugar perdido, abrumado por la tristeza y la soledad, desde alguna dimensión desconocida por el hombre, te transmito mis pensamientos y te invito a que vigiles tus espaldas ya que ahora mismo podrîas tener a alguna araña merodeando por tus proximidades.
Y ahora, ¡Sobre tu piel!
0 comentarios:
Publicar un comentario